muchos años después, el personaje principal de la narración, llamémosle el protagonista, estaba recorriendo en su memoria todas las cicatrices que sin darse cuenta la vida le había dejado. las cicatrices estaban igualmente regadas entre el corazón y la cabeza, pero, con suficiente práctica y esfuerzo, ya era capaz de poder trazarlas con el dedo, tocar las llagas que seguían a carne viva, tocar los tumultos de células que no cicatrizaron correctamente, esos que siempre se van a quedar como un recordatorio de todo lo que fue, de todo lo que pudo haber sido. la historia era complicada, lo que le había pasado era enredado, entre él que no quería contar, y todas las historias que inconscientemente se había contado a sí mismo, le había dejado una mentalidad muy cerrada hacia el mundo. la narradora/víctima/posible-interés-de-amor-que-no-fue consideraba que era una mezcla. que tenía que ver con relaciones de sus papás complicadas y amigos con amoríos fallidos y una cantidad brutal de miedo. eso era lo que más había, lo que él mismo había logrado diagnosticar. ella a menudo se preguntaba en silencio, ¿ miedo a que ? ¿ a conocer ? ¿ a dejarse conocer ? ¿ a querer ? ¿ a dejarse querer ? ¿ a creer que lo quieren ? ¿ a querer conocer ? ¿ a querer querer ? ¿ a querer que lo quieran ? preguntas que nunca iban a ser respondidas. porque ella nunca se iba a atrever a hablarlas, tanto como el protagonista no iba a tener la respuesta. porque responder eso, de verdad y sin velos requería una introspección ni la berraca. requería ganas de crecer y mejorar y él no estaba seguro que eso era lo que quería. sentarse a inspeccionar minuciosamente sus relaciones con la gente, las relaciones de quienes lo rodeaban para encontrar qué salió mal, para darse cuenta donde se desportilló la confianza, donde rozó las fibras del corazón; tomaba coraje y ganas, dos cosas que según ella, a él le faltaban. porque seamos sinceros, pocas cosas toman tanta cobardía como tener miedo, saberlo y no hacer nada al respecto.
pues grandes de los pensadores del mundo muchas veces decían que el primer paso para vencer el miedo es nombrarlo. es conscientizarse, es darle un espacio para que pare de acechar tras la oscuridad, pero lo que él hizo fue nombrarlo e invitarlo a entrar, le saco las cobijas de plumas y las comidas más sabrosas, le dijo "mi casa es tu casa" y "donde cabe uno caben dos" y le dió la mano, lo invito a quedarse. entró en una relación seria con el miedo, pero entonces cuando alguien (ya sabemos quien) quiso algo con él, se tuvo que quedar al margen, pues los pensamientos y el corazón del protagonista ya eran de alguien más, eran de su amado miedo.
él decidió esconderse y justificarse por eso, le pareció que era la mejor excusa. pero ella, hija de la aventura, temeraria hasta la inconsciencia, buscando cualquier excusa para salirse de su zona de confort, lo tomó como un reto. desde el comienzo fue viendo las pistas, y cuando logró hacer la hipótesis, cuando tomó la decisión de que ella era el huracán que él necesitaba, que ella era quien lo iba a ayudar a tomar las riendas de su vida, que lo iba a invitar a perder el miedo, las inhibiciones, las murallas y el equipaje, fue que la frenaron. él estaba cómodo en su relación tóxica con el miedo, cómodo en su vida ininteresante, cómodo en sus excesos y el poco conocimiento propio. cómodo en sus excusas y medias verdades. ella se dió cuenta que usaba las cicatrices como una armadura, y se le había olvidado quitarsela hace tanto que ya estaba adherida a su piel. ya era parte de él.
entonces lo soltó. lo vió una última vez y lo soltó. se dió cuenta que él no quería un sacudón. que él no quería una historia con ella, que él ya no tenía que ser parte de la narración. entonces le deseo lo mejor. que tuviera una vida feliz. que el mundo le multiplicara lo bueno. y ella volvió a ser la protagonista, ya no más sumida en esa historia de horror/amor. ya sin más cicatrices para curar. ya feliz.
Bogotá
Enero 15, 2022
12:10 am
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