por: César Brandon Ndjoc
“Erase una vez, una princesa encerrada en una torre; custodiada por un feroz dragón. La princesa era joven y bella, y, aguardaba, por exigencia de sus padres, la llegada de un hermoso, valiente y adinerado caballero.
Los años pasaban y el caballero no llegaba. Pero a la bella princesa nunca nada le faltaba, ni calor en invierno, ni extensas charlas, pues el dragón escupía fuego y también hablaba.
Una mañana, la princesa parecía triste y cansada, y el dragón preocupado, le preguntó qué le pasaba.
—Estoy harta de estar aquí prisionera —dijo la princesa—. Llevo varios años encerrada en esta torre. Salgamos. Tú tienes alas y puedes volar. Ya no tienes que vigilarme y esperar a que llegue un caballero capaz de vencerte.
—Lo siento princesa —respondió el dragón apenado—. Durante siglos mi labor ha sido la de derrotar a todo aquel que viniese en busca de la damisela que me tocase custodiar. No sé hacer otra cosa.
—¡Pero tienes unas enormes alas! —replicó la princesa—. Podemos volar. Me subiré a tu lomo. No le tengo miedo a las alturas.
—¡No sé volar! —chilló el dragón enfurecido—. No sé volar, princesa.
—Entonces, ¿no soy yo más prisionera de esta torre que tú de tu condición? —se cuestionó la princesa—. Entonces, no soy más prisionera de mi situación que tú de tus alas —afirmó.
—Yo solo soy prisionero porque solo, soy nada. Tu presencia me libera de la libertad de pensar… de decidir. Ser esclavo de mi condición me da un propósito, princesa. Yo solo sé custodiar damiselas y matar caballeros.
—Y dígame, señor dragón, ¿sabe usted algo sobre el amor?
El dragón no respondió; resopló vapor por sus enormes fosas nasales y se acurrucó entre su enorme cola y sus alas escamadas.
Pasó el tiempo y el tiempo pasó, y casi cuando ya no quedaba tiempo, un caballero llegó. Y el dragón que ya estaba ansioso, al olerlo se levantó. Pero al acudir a la afrenta, al caballero muerto encontró; pues la princesa, su propio arpón en el pecho le clavó.
—¿Qué ha hecho, princesa? —interrogó el dragón.
—Liberarte de tu libertad y liberarme de mi esclavitud —respondió la princesa—. Nos he liberado de nuestra condición. Yo ya no aguardo ningún caballero y tú ya no tienes que custodiarme ni matar a nadie.
—Princesa, no lo entiendes —replicó el dragón aterrado.
La princesa agarró la espada, el escudo y la armadura del caballero y las vistió.
—Ya no soy una princesa, querido dragón —dijo la princesa—, ahora soy mi propio caballero… mi salvadora. Ven conmigo, dragón.
—¿Por qué has hecho esto por mí? —preguntó el dragón con los ojos llenos de lágrimas.
—Porque estoy enamorada de ti. Ven conmigo.
—Lo siento, no puedo ir, princesa.
—¿Acaso no me amas?
—Ya se lo dije una vez: no sé hacer otra cosa.
—En ese caso, a mi pesar, me iré sin ti.
El dragón pegó un saltó y se interpuso entre la puerta y la princesa.
—¿Qué haces, dragón?
—Mi condición es de aguardar a la princesa y batallar a quien sea que intente salvarla Lo siento, amada mía… preparad vuestra espada.”
el libro me pareció estupendo, buenísimo, pero el alma ( como Ndjocu llama a sus cuentos/ poemas/ prosas) que más me gustó fue la del guardián.
primero, me encanta cuando, (como en sherk) cojen un trope popular- como es la princesa que espera el caballero y el dragón que la cuida - pero lo cambian, pero no resulta como uno se lo imagina.
impresionante la reflexión de que los dos son igual de prisioneros, porque al final del día, todos somos prisioneros de algo, de las dependencias y las exigencias del día a día que nos encarcelan y nos vuelven incapaces, la diferencia es si somos el dragón y creemos que la esclavitud nos da un fín y un propósito, si nos identificamos, y de por si nos limitamos a ser tan solo eso que nos encarcela, o si, como la princesa, buscamos salir, escapar, cambiar, crecer. porque lo más probable es que eso que nos encarcela nos está inhabilitando el crecimiento.
también creo que es importante notar el miedo. este dragón que nunca ha hecho nada más que proteger tiene miedo de cambiar, de hacer algo más que, algo nuevo. y es un miedo que lo inmoviliza, y es un miedo que se apodera de él, hasta el punto de preferir el miedo, la rutina, lo conocido, lo cómodo, y en fín, lo que lo encarcela, por encima de lo que ella podría darle, la libertad, volar, cambiar, crecer y mejorar. el miedo lo aterroriza y lo vuelve inútil, aún más esclavo de lo que ya era.
otra cosa que me llamó la atención fue la idea del amor como protección. amor como lo que yo quiero que seas, no lo que tu quieras ser. la princesa entiende el amor como algo liberador, como algo que la va a dejar volar, el dragón la ve como algo que tiene que proteger y a la vez de lo que tiene que ser dueño, algo que sea claro, que se pueda definir, que pueda encarcelar, y si no es así, no le funciona, y no le funciona al punto de acabar con ella.
unos paralelos y metáforas increíbles. bravísimo este man !!
abril 10, 2022
12:32 pm
mesa de yeguas
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