Alma decidió un día que quería un amor. un amor como el de las películas y los libros. un amor de su vida. con quien compartir las tardes y el café. a quien mirar como si hubiera colgado la luna en el cielo. lo deseaba con todas sus fuerzas. se imaginaba las tardes de cine y las citas románticas en restaurantes, donde las horas se sintieran como minutos. posponía planes para cuando tuviera ese amor con quien compartirlos, lo pensaba a todas horas. no era alguien específico, solo esa idea, ese concepto, ese gran amor que iba a conseguir.
se había comido el cuento que la sociedad en la que vivimos nos cuenta. el que el patriarcado y capitalismo nos embuten como si fuera necesario, una vitamina; que la vida es mejor compartida. que no hay realización real sin una pareja. que una tarde haciendo lo que te gusta con alguien más es mejor que sola. que el cine es mejor con un amor. que la comida sabe más rica cuando se la robas del plato de un amor. que las tardes de domingo son mejores cuando tienes con quien compartir el peso, que el amor es lo que mueve al mundo. que una vida sin amor no vale la pena.
Alma lo buscaba por todos lados, debajo de los cojines y en las canciones. entre las hojas de los árboles y en sus clases. entre las historias de sus conocidos y la ropa de segunda. lo buscaba en la biblioteca mientras hacía sus tareas y en los restaurantes donde almorzaba. iba a planes donde no conocía a la mayoría, con la ilusión de que lo iba a encontrar en ese lugar. sentía aversión hacia esos planes, hacia la gente que iba a ellos, pero creía que se tenía que exponer a ellos, que tenía que exponerse a lugares y personas, por algún lugar tenía que comenzar. Alma, cual cronopio del mundo cortazariano, ingenua, romántica, idealista y desordenada estaba buscando por donde no era, llena de famas arrogantes, estirados, prepotentes y cómodos, nada que ver con lo que ella quería.
estaba desesperada, Alma quería ese gran amor, lo quería con todas sus fuerzas. empezó a buscar por los límites de lo que conocía, por los pliegues de lo que consideraba normal. buscaba cómo manifestar, intentando hacer brujerías a alguien, a algo, lo quería con todas sus fuerzas. ella no estaba preparada, y por eso el mundo no le dio a su amor, podía sentir su desesperación, el mundo se dió cuenta que ella quería ese gran amor porque no lo tenía dentro de ella. el mundo no le podía dar ese gran amor, ella se lo tenía que dar a sí misma.
entonces el mundo le puso amores que ella podía digerir en su camino. amores de una noche, que estaban vacíos por dentro, amores que no le iban a poder dar esa historia de amor que ella tanto quería. amores rígidos y poco pasionales. amores que no se parecían a lo que ella quería. ella quería un amor de película. la pasión, las mariposas, las bailadas en la lluvia y los besos en los semáforos, ir por la vía más larga para poder mirarse más tiempo. pero lo que recibía era promesas que los dos sabían que estaban vacías mientras se estaban haciendo, pero igual ella intentaba. miraba a esos amores con lo que imaginaba que era ilusión, enternecimiento, pero era un chiste para los dos. los dos sabían que así no era como ella se sentía. ella intentaba ser lo que ellos iban a querer, mostrar que ella era una niña cool. porque la niña cool se ríe de los chistes, y se toma todos los tragos, y la niña cool nunca pone problema. ella siempre puede tomarse una cerveza más, no tiene más vida que la que su amor tenga, no tiene más gustos que los que su amor tiene, no tiene más planes ni más amigos, la niña cool es conciliadora, ella acepta todo, es incondicional. pero la niña cool no tiene más personalidad que esa, que la que entra en el molde y hace lo que ellos quieren que ella haga, y Alma, a pesar de querer ser y pertenecer, e intentar ser esa niña, no lo era, en el fondo de su corazón no lo era.
llegó a un momento en el que se sintió en un limbo, tenía dos opciones, seguir rodeandose de famas que querían que ella fuera esa niña cool, famas que la ahogaban al intentar meterla en ese molde en el que ella quería estar, en el que ella quería querer estar, en ese molde que la iba a terminar llevando a una vida de conciliar y nunca estar satisfecha, una vida cómoda, sin mucha emoción, de poco conocimiento y exploración propia, o la otra opción. la otra opción era arriesgarse a conocerse, a quererse, a de pronto encontrar ese gran amor dentro de ella. y hacer eso no con tinas de agua caliente y mascarillas, sino quererse de verdad. ir a los lugares donde ella quería ir, no donde pensaba que debería estar. quererse implicaba leer lo que le gustaba y no lo que le decían que era bueno, vestirse con la ropa que más le llenara el corazón, no con la que creía que la gente le iba a elogiar. quererse era no hablar con los famas estirados que se quedaban en el mundo de los fines de semana, sino juntarse con las personas con las que compartía intereses. con las que vivían por los martes por la tarde y la invitaban a tomarse un café caliente.
entonces Alma empezó a trabajar en ella, y no se sintió como un montaje de una película. tenía días muy tristes, donde se sentía muy sola, donde le daban ganas de volver a ese mundo superficial y cómodo, porque hacer la tarea de quererse es un trabajo de tiempo completo, no hay tiempo ni fuerza para nada más. pero cuando cedía ante la tentación, se daba cuenta de lo vacío, de lo solitario, de lo incómodo que se había vuelto ya. entonces intentaba, intentaba quererse con todas sus fuerzas, y hacía las manifestaciones para ella misma, se miraba todos los días al espejo y se afirmaba lo importante que era quererse, que sin ese amor, el mundo no valía la pena. hasta que la gente se empezó a dar cuenta, y lento, muy lento, sus esfuerzos y sus lágrimas empezaron a dar fruto. cronopios, igual de ingenuos, e idealistas, de artísticos y de desordenados empezaron a aparecer, a veces detrás de las cortinas, otras, entre los sorbos del café, a veces se presentaban como extraños y otras veces eran famas de toda la vida, que se habían quitado la máscara. y la ayudaban a ver el mundo de esa manera, a llenarse de amor, a cogerlo de donde lo encontrara, a tomarlo de las hojas de los árboles y de los saludos de los extraños, le enseñaron a usar una lupa para poder ver más claramente el amor en todos lados.
La vida de Alma se llenó de amor. no estaba buscando un gran amor, estaba encontrando el amor que ya había. y lento pero seguro, empezó a darse cuenta que era una nueva Alma. una Alma con el corazón tan lleno de amor que se sentía rebozado, una Alma con amor para repartir, porque había encontrado la fuente que nunca se iba a acabar, porque había encontrado la fábrica del amor, que estaba dentro de ella. porque había encontrado el amor en su vida. y amaba ir al cine sola y leer y escribir hasta que se acabara la tinta, y consumía lo que su corazón deseaba, se compraba flores a sí misma y hacía tiempo en la semana para disfrutarlo sola, citas con sí misma. no necesitaba a un gran amor, no necesitaba a nadie, ya se tenía a sí misma. y un día, de amor hacia la rutina del sol que sale todos los días y nunca se cansa de darnos luz y calor, de amor a lo natural y lo orgánico, un día de autoconocimiento y el gusto de compartir y compartirse, un gran amor entró caminando a su corazón. entró porque estaba caminando por la calle y ese lugar le olió como a casa. entró porque se sintió atraído por tanto amor. entró como si fuera su casa, se sentó en una silla, se acomodó y empezó a cantar, cantar historias de amor y Alma se sintió realizada. se dió cuenta que sí era una historia de amor como la que ella siempre había querido, con un amor que le daba todo el amor que siempre quiso, y se dió cuenta que era porque ella también podía darle ese amor de vuelta. porque ella había dado tanto amor, había metido tanto amor en el mundo, que se lo estaban devolviendo, tanto este nuevo amor, como todos los cronopios que la acompañaban, que su vida estaba llena de amor porque ella estaba llena de amor.
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