¿cuantas Almas caben en un cuerpo?
- Peule
- 5 abr
- 3 Min. de lectura
cuando llegó al desierto, Alma se dió cuenta que no era lo que se había imaginado. Alma lo conocía por un libro que la había marcado infinitamente. sabía lo cruel, lo frío que podía ser, pero también lo contemplativo.
ella esperaba sentarse en los camellos y pensar. reflexionar. ver las dunas, lo enormes e imponentes que son y darse cuenta que están hechas de arena. de granitos chiquititos, que el viento jala y empuja casi que sin discernimiento. que mientras andaba, podía ver esas dunas colosales y cuando enfocaba el ojo, podía notar el viento, como les daba nuevas formas, volviéndolas más angulares a unas, mientras a otras las ablandaba, les quitaba el filo.
Alma pensaba que estando ahí debía estar reflexionando sobre eso, sobre lo chiquita que era, en este mundo tan enorme. ella, un grano de arena que tenía que parar de sentirse gigante.
eso era algo que Alma había aprendido en su viaje, en su viaje por el mundo tan grande. que sus decisiones no eran montañas. no eran enormes ni inamovibles. que eran tan solo granos de arena. inconsecuentes, insignificantes cuando se veía la imágen completa. Alma se había dado cuenta que el mundo era demasiado grande para ella pensar que era chiquito.
porque era ella la chiquita. todos los días en el barco se daba cuenta de eso, viendo las millas de mar que había a su alrededor. que era minúscula. que nada era tan grave como se sentía. que había tantas personas como vidas por vivir. que había tantas oportunidades para volver a comenzar como ella quisiera. que reinventarse era más fácil de lo que parecía. pero que para hacerlo a veces tenía que tomarse una distancia, pero era muy fácil. lo sabía porque la Alma que caminaba por la arena no era la misma que había salido en el primer avión. Alma ya no era esa persona, y el viento se había dado cuenta también.
en su vida, alma siempre había sido reconocida por lo terca, por lo brava, por lo malcriada, por lo impaciente. era lo que ella construía y constantemente le repetían. que no era hábil, que no era capaz, que solo sabía de problemas, nunca de soluciones. que era egoísta, complicada, que no sabía manejar amistades, vínculos. esa era la imágen que tenía en su cabeza de lo que era Alma, era también lo que le habían dicho siempre.
pero, cuando comenzó el resto de su vida/ se mudó al mar/ conoció un mundo y una vida nueva/ cambió de vida/ de casa/ volvió a hablar con su corazón/ llegó a un lugar sin maletas/ cambió de lenguaje y de forma de hablar/ cuando desempaño y lavó el espejo/ cuando se dió cuenta que era espejo y no ventana por lo que miraba, tuvo que mirar dos veces a la Alma que se reflejaba. a la que todas estas personas estaban conociendo. porque no era la Alma de antes, esta Alma era paciente, no era antipática. esta Alma era empática, intentaba entender antes de juzgar. oía más de lo que hablaban, intentaba oír no para contestar, sino para escuchar. esta alma daba el beneficio de la duda. esta Alma reconocía el valor de decir “me equivoqué”, el mundo de problemas y golpes en el ego que ahorraba decir esas palabras. esta Alma entendía que ella veía el mundo desde unos lentes que la condicionaban, sabía que su verdad no era la verdad. esta Alma se reconocía como sensible, muy sensible y lo usaba como superpoder, ya no se lamentaba ni intentaba ponerle tapa a esos sentimientos.
Alma no sabía cuándo había cambiado tanto. no sabía quién veía esta nueva versión, o si siempre había sido así y ella era la única que se rehusaba ver a la nueva ella. tenía miedo de volver a su casa, de que no hubiera espacio para las dos. que la gente viera todavía a la Alma vieja, que no le ayudaran a sacar al Alma nueva. le daba miedo que la Alma nueva no cupiera en el molde ni en los roles de la vieja. que su vieja vida no tenía espacio para seguir así. o dejar que esa fuera la excusa que se diera a sí misma para volver a habitarla.
abril 5, 2025
desierto del sahara
1:01 pm
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